Reseña: David Montón
Los andaluces El Tubo Elástico nos presentan su segundo álbum, Impala, autoproducido y lanzado el pasado mes de julio, en plena resaca del que a la postre iba a ser el ¿último? Be
Prog My Friend… cuántas horas de música hemos compartido junto a estos cuatro personajes a los quien escribe, tiene un cariño especial que no se esforzará por esconder.
Ellos son de esas bandas nacionales, como tantas otras que merecerían estar en los grandes carteles de los festivales de verano que tanto nos gustan.
Pero vamos a lo que nos ocupa y empecemos a desgranar lo que tenemos entre manos.
Impala es la segunda referencia de estos “salaos” tras su disco homónimo editado en el año 2015. En un formato bastante similar en cuanto a diseño, el disco lo componen seis temas con una
duración estándar para los que estamos acostumbrados a escuchar música progresiva, sin demasiadas etiquetas… porque si algo tienen estos chicos, es un sonido propio muy definido.
El largo comienza con ‘Ingrávido’, que ya nos indica que lo suyo no es precisamente hacer temas cortos ideales para radio-fórmulas, con más de nueve minutos de derroche instrumental.
Aunque a mí personalmente, no es de los temas que más me hayan impresionado; aún sin ser un
tema soso, no es de los que más enganchan, y es que… ¡el nivel está muy alto!
‘Antihéroe’, el segundo tema del disco, ya sube a otro escalón, con la base rítmica que se engrana, las guitarras siguen jugando con sus sonidos imposibles y esos teclados que le dan
tanta personalidad al sonido de la banda, pero lo mejor está por llegar…
En ‘Turritopsis Nutricula’ -, admito que he tenido que hacer copia y pega con el título -, han contado con la colaboración de, nada más y nada menos, que Guillermo Cides, uno de los mejores “stickistas” del mundo. El Stick es un instrumento formado por 10 o más cuerdas de bajo y guitarra que se toca (a grandes rasgos) como si fuera un piano.
Independientemente de la calidad indiscutible de esta colaboración, se nota que han trabajado conjuntamente en su composición.
El siguiente tema, ‘El acelerador de Picotas’, mantiene el nivel del anterior, aunque esta vez sin
añadidos. Es el corte más largo del disco, posiblemente el más complejo y uno de los mejores, casi al nivel de mi querido ‘Vampiros y Gominolas’. La batería y el bajo caminan como nunca y las guitarras y sintes le dan muchísimo color al todo, haciendo que durante los doce minutos nos aceleren las picotas tanto que no nos demos ni cuenta del tiempo transcurrido. Súper interesante.
Sinceramente, si me he de quedar con un tema, éste es ‘La Avispoteca’, con la colaboración del percusionista Ant Romero, elevándose la base rítmica a un nivel simplemente sublime. La percusión, junto al bajo y la batería son los grandes protagonistas del corte, aunque los demás instrumentos no se quedan atrás, espectacular. Y ese final… simplemente una obra maestra.
‘Impala Formidable’ cierra el disco. Esta a composición es de las que sorprenden constantemente; riffs marcados pero con métricas endemoniadas a los que siguen pasajes más ambientales con guitarras espaciales de sonido que por momentos recuerda al space rock
de Exxasens, no obstante con una base más compleja.
Impala no es un disco hecho para todos los públicos, pero tampoco lo pretende. Es el fruto del trabajo de cuatro músicos inquietos a los que no les importan las modas y ni las etiquetas, simplemente son El Tubo Elástico, y eso se llama originalidad, algo escaso en estos días.
PD: Gracias amigos, por “obligarme” a que vuelva a escribir con este discazo.