AMFest. Festival Instrumental de Barcelona V edición.
Días 3, 4 y 5 de noviembre de 2016
Salas 1 y 2 de Apolo.
Fotografía: Enric Minguillón
Redacción: Gerard Corrigüelas (acreditado para Genesimphonic Ràdio Gelida)
No sólo de Prog vive el hombre (y la mujer)
Que el festival es el formato, no hay duda. Y que la ciudad es Barcelona, tampoco. Esta vez de rock instrumental. En la sala Apolo. Suena bien. De cabeza de cartel los irlandeses God is an Astronaut y los noruegos Leprous. Suena muy bien. Un momento… ¿Leprous? ¿Instrumental? Pues sí… como nos explicó Natalia Brovedanni, responsable de prensa del festival: ¿Qué mejor manera de acercar el festival a un público más amplio? Y acertaron.
Tres días para escuchar Math, Post, Prog, pero sobre todo Rock, donde las voces son un instrumento más. Y con 15 grupos, hemos podido disfrutar de muchas combinaciones de instrumentos: de los violines delicados de los británicos Yndi Halda a los atronadores de los americanos The Album Leaf, multitud de instrumentos o sólo la batería y guitarra de DobleCapa o las gallegas Bala (o los catalanes Za!, pero como son para darles de comer aparte, dejémoslos para el final, ya que fueron los encargados de cerrar el festival, de la mejor manera que se puede cerrar un festival).
Pero sobre todo guitarras. Y pedales. Muchos pedales. Y perdón por la palabra “sólo”. Sólo hay que recordar que DobleCapa no tuvo ni que amplificar la batería para alucinar al público de la sala 2 mientras los cabezas de cartel llenaban la sala 1 de Apolo. El festival empezó el jueves en la sala 2, temprano ya que al día siguiente todavía había que madrugar y teníamos tres grupos por delante.
Abrieron los catalanes Gambardella, que nos recordaron cómo de vigente es el legado del Rey Carmesí. Sus progresiones de guitarra anunciaban su encarnación, la cual podremos disfrutar muy pronto. Pero volvamos al festival, que me pierdo.






Los franceses Lost in Kiev nos regalaron un concierto de Post-Rock absolutamente impecable, lleno de rabiosa fuerza y distorsión, mezclándola con delicadeza y guitarras limpias a partes iguales.




Cerraron la primera noche los top Yndi Halda, como lo podrían haber hecho los islandeses Sigur Rós si no fueran ya las mega-estrellas en que se han convertido. Su música nos recuerda los inicios de esta banda, con un cariz más pastoral destacando el violín por encima del resto de instrumentos.






El viernes en principio fue el día fuerte, con los cabezas de cartel a la sala 1 y 4 grupos más en la sala 2. Digo “en principio” porque los tres días fueron espectaculares, pero realmente nos tenemos que rendir ante la majestuosidad de la sala principal del Apolo, sin duda una de las mejores de la ciudad, que se llenó con Leprous, – quienes siguen creciendo desde que dejaron a todo el mundo flipando en el festival Be Prog! del año pasado y ahora se lo están comiendo todo -. Sus discos y su directo mejoran constantemente, como han demostrado en su último trabajo de estudio, The Congregation y el a punto de publicar Live at Rockefeller Music Hall en DVD y diversos formatos de audio.






Si Leprous llenó, God is an Astronaut aún más. Y es que sólo por las luces que traían, ya valía la pena aunque no hubiera sonado una sola nota. Pero evidentemente, no fue así. Absolutamente impresionante. Como ver (y oir) a Pink Floyd en el Apolo. Porque recogen su legado; y la experiencia que pudimos vivir, con un sonido perfecto y el mejor juego de luces que he visto en un local de las dimensiones de la sala 1 del Apolo (unas 1000 personas), hizo que éstas casi flotaran por la sala durante todo el concierto.







Y mientras tanto, DobleCapa tocaban en la sala 2, sin amplificar la batería, con la luz de un reservado y en el suelo, sin subir al escenario y rodeados de un público entusiasmado que alucinaba con la contundencia de la percusión a pelo y los sonidos que arrancaban de la guitarra.


Así es el AMFest.
Paréntesis, que vamos de la sala 1 a la 2 a continuar el festival y es hora de cenar. ¿Salir del festival? ¿Por qué? Fuera sólo el cigarro, que la organización ha pensado que no sólo de buena música vive el hombre (y la mujer), y junto al merchandising han montado un puesto de cocas saladas, bocadillos buenísimos y baratos que hicieron que escuchar a los The Album Leaf fuera todavía una experiencia más gratificante. ¡Vaya cracks!




Lo que se puede hacer con un violín y una trompeta, o cómo se puede tocar guitarra y teclados a la vez en plan hombre-orquesta y decir: “no necesito nadie, pero como la vamos a liar gorda, pues aquí los colegas van a tocar de todo.” Y otra vez, de una manera nada pastoral y sí muy visceral, por encima de todo y sin tapar nada, el violín.
Y para acabar, un verdadero hombre-discoteca, Arms & Sleepers, o cómo un DJ hace música en la pista, delante del público, en directo, no la pincha. También tocó en el suelo, y después de tantas horas, aún gran cantidad de público bailó no debajo, sino casi encima del músico, separados sólo por una mesa llena de extraños aparatos electrónicos. Más proximidad, imposible.



El tercer y último día abrieron en la sala 2 los locales Mardemarmo, con otro impecable conciertazo de Post-Rock, en la línea de Lost in Kiev del primer dia; y Ànteros, con una propuesta Math muy interesante que nos dejó con ganas de más, para recordarnos por enésima vez que tenemos en casa bandas tan buenas como Mogwai o GY!BE, y que demasiado a menudo ni lo sabemos.













Después Bala nos volvieron a demostrar que con una batería (esta vez amplificada y sobre el escenario) y una guitarra no hace falta nada más (yo empiezo a sufrir por los bajistas, con lo guapos que son). Increíble la fuerza que desprendieron, y fue divertido cuando dejaron los instrumentos y realmente parecían dos chicas que no habían roto un plato en su vida. ¡Vajillas enteras deben de llevar!





Los británicos Three Trapped Tigers hicieron de Power-Math-Trío; con una contundencia tal entre los tres músicos que a pesar de la caída del cartel a última hora por enfermedad de los alemanes My Sleeping Karma, ya estoy completamente agotado y sólo queda Za! para cerrar el festival.






Otra vez “sólo”… Y es que los Za! realmente comen aparte. Sólo batería y guitarra. Bueno, batería-teclados-voz y guitarra-teclados-voz-pedales- etc. Música indescriptible. Un buen rollo increíble. Hicieron un cierre de festival a la altura de éste: repartiendo los instrumentos entre el público mientras todo lo distorsionaban. Y acabaron de la única manera que se podía hacer: cortando la luz.





Poca cosa queda más que decir. Salir con una sonrisa de oreja a oreja por tres días de música y compañía excelentes y el convencimiento que el año que viene nos volveremos a ver en el Apolo. Y es que no sólo de Prog vive el hombre (¡y la mujer!).